El cristianismo
es una religión que, partiendo de una doctrina revelada y recogida en
unos libros sagrados, la Biblia ,
anuncia y proclama unas verdades
sobre el mundo, el hombre, el bien y el mal, que son objeto de creencia y que
son pautas de acción. La filosofía,
por otro lado, no parte de ningún tipo de verdad previa y aspira, con la sola
fuerza de la razón, a alcanzar saberes sobre el hombre y su comportamiento en
el mundo.
Las relaciones entre «creer» y «saber» son
complejas. Ya el viejo Platón,
cuatrocientos años antes de Cristo, intentando aclarar estos conceptos,
afirmaba que el saber es una creencia justificada y verdadera;
desde su perspectiva, las creencias están por debajo de los saberes. Ahora
bien, desde otras perspectivas, las creencias,
alejadas de los saberes pero
arraigadas en lo más profundo de la vida, son la gran fuerza que hace mover a los
seres humanos.
Desde los primeros
siglos del cristianismo, los pensadores
cristianos, extendiendo y procurando hacer más comprensible el mensaje
evangélico, recurrieron a la filosofía. De este modo, el pensamiento cristiano,
que trataba cuestiones que ya habían preocupado a los filósofos, recibió una profunda influencia de una determinada
filosofía, la de Platón.
Como en el
pensamiento de Platón, los filósofos cristianos elaboraron una visión del mundo o cosmología, la creencia fundamental de
la cual es que Dios ha creado el mundo y lo mantiene (Providencia). Como en la
filosofía de Platón, elaboraron una
visión del hombre o antropología,
una idea básica ,que el ser humano
ocupa un lugar privilegiado en el universo por el hecho de haber sido creado a imagen de Dios y ser considerado hijo de Dios.
Igualmente, los
filósofos cristianos estructuraron, influenciados por la filosofía platónica,
la ética cristiana, en la que se acentúa el mandamiento del amor a nuestros
semejantes, el riesgo del pecado y la posibilidad del perdón.
El Credo o Creo en Dios es una de estas elaboraciones; en un lenguaje
popular e inteligible, el Credo expresa las creencias fundamentales y básicas del cristianismo. Dice así:
“Creo en Dios, Padre todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra.
Y en Jesucristo, único Hijo suyo, Señor nuestro;
el cual fue concebido por obra del Espíritu Santo;
nació de María Virgen;
sufrió bajo el poder de Poncio Pilatos,
fue crucificado, muerto y sepultado:
descendió a los infiernos;
resucitó el tercer día de entre los muertos;
subió al cielo;
sentado a la derecha de Dios Padre todopoderoso;
desde allí tiene que venir
a juzgar a los vivos y a los muertos.
Creo en el Espíritu Santo;
la santa madre Iglesia,
católica, apostólica y romana;
la comunión de los santos,
la remisión de los pecados,
la resurrección de la carne,
la vida perdurable. Amén.»
Algunas
afirmaciones del Credo
El Credo contiene
bastantes afirmaciones que van más allá de cualquier filosofía; pero, otras,
muestran un claro trasfondo o parentesco filosófico. Fijémonos sólo en algunas
de les ideas que se proclaman:
«Creo en Dios»
De entrada, no es un saber sino una creencia, una convicción, o un
asentimiento a un mensaje revelado. Aquí, creer se opone a saber y a conocimiento. Si lo que anuncia una
creencia es conocido y demostrado, entonces no puede ser objeto de fe: la fe implica riesgo. Los filósofos
griegos buscaban saberes, no creencias
Creo en un Dios»
El cristianismo es un monoteísmo, no un politeísmo. Pero un monoteísmo
que afirma un Dios Padre, un Dios Hijo y un Dios Espíritu; un monoteísmo
trinitario, de tres personas. Contrastaba y se alejaba del politeísmo griego y
romano; ahora bien, tanto Platón como Aristóteles ya tendían a una visión
monoteísta de Dios.
«Un Dios Padre»
Un Padre con un hijo, el
ser humano, hecho a imagen suya.
El dios griego Zeus, o su equivalente romano Júpiter, es una divinidad muy
distinta: la divinidad que mantiene el orden del universo, hecha a imagen del
hombre.
«Un Dios creador»
Una novedad dentro del pensamiento filosófico; ningún filósofo había
hablado nunca de creación del mundo: de la "nada" no puede surgir
nada. Para los griegos, el mundo es eterno, sin principio ni fin. Explicar la
creación será uno de los retos más
grandes por los primeros filósofos cristianos.
«Creador del cielo y de la tierra»
Cielo y tierra, un dualismo que encajaba profundamente con el dualismo
dominante en el pensamiento de Platón. El cielo, eterno, y la tierra, temporal.
A este dualismo cosmológico, se
asoció, justamente por influencia platónica, un dualismo antropológico: el alma o espíritu, realidad buena y
superior, y el cuerpo, materia, realidad mala e inferior. Paradójicamente, la
materia (creada por Dios) y la sexualidad ("creced y multiplicaos"
dice el relato bíblico) serán menospreciadas: un exceso de platonismo.
«Dios tiene que venir a juzgar»
El tiempo se acabará y los humanos serán juzgados. Se muestra la
concepción judía del tiempo: un tiempo
lineal, huidizo como una flecha. Los griegos, de otra manera, tenían una
visión cíclica del tiempo: como una rueda que eternamente da vueltas.
«Resurrección de la carne»
No se habla de inmortalidad de la alma, idea platónica,
sino de resurrección de la carne, de la
totalidad de la persona. La dicotomía alma y cuerpo, totalmente
platónica, no queda establecida en el Credo, es más platónica que
bíblica.
·
la
filosofía patrística, el pensamiento de los filósofos cristianos desde el s I
al V. Se trata del pensamiento propio de
los Padres de la
Iglesia Cristiana que necesitan compaginar sus enseñanzas con
la filosofía griega. La figura cumbre de este periodo es Agustín de Hipona.
·
La Escolástica , (hace referencia a la filosofía que se enseñaba en
las escuelas) cuya figura cumbre es Tomás de Aquino en el s. XIII.
AGUSTÍN
DE HIPONA (354-43O)
Filósofo o teólogo,
el máximo exponente de la
Patrística , Agustín de Hipona, utilizó el platonismo para
fijar el dogma cristiano y combatir las herejías, contribuyendo
inintencionadamente, a la difusión de la cultura griega en la Edad Media.
Agustín de Hipona (354-430) vivió en una
época de gran inestabilidad social y política: la crisis y derrumbamiento del
Imperio Romano. El mismo año que Agustín fue nombrado obispo de Hipona,
Teodosio dividía en Imperio entre sus hijos Honorio (Occidente) y Arcadio
(Oriente) y a la muerte del filósofo, los vándalos invadían Tagaste.
Agustín
nació en Tagaste, en la provincia romana de Numidia, en la actual Argelia, de
padre pagano y madre cristiana (santa Mónica).
Formado en el cristianismo, pasó sin embargo largo tiempo despegado de la creencia cristiana y entregado a una vida de placeres, hasta que cayó en sus manos un libro de Cicerón que contenía una exhortación a la filosofía. Ansioso de saber, se adhirió primero al maniqueísmo, en el que vio una solución al problema del mal (que lo atormentaba) y una explicación de las pasiones. (El maniqueísmo era una secta mezcla de elementos paganos y cristianos, fundada por el persa Manes, que se basaba en el dualismo de la religión de Zoroastro.
Admite dos principios absolutos: la luz, el bien, y las tinieblas, el mal. “Me parecía-dice Agustín - que no éramos nosotros los que pecábamos, sino que era no sé qué naturaleza extraña la que pecaba en nosotros”). Después combatirá duramente contra los maniqueos, dando otra solución al problema del mal. Tras el maniqueísmo, Agustín se hizo escéptico. Del escepticismo salió con ayuda del cristianismo. A los treinta años fue a Milán, donde entró en contacto con el obispo Ambrosio, y a través de éste con la obra del neoplatónico Plotino (filósofo del siglo III, último gran representante de la filosofía griega, que. espiritualiza el platonismo).
Los sermones de Ambrosio llevaron a Agustín a la transformación interior y a la conversión al cristianismo. En Plotino encontró la consideración de Dios y el alma como realidades inmateriales. Agustín hizo que este inmaterialismo pasara a ser doctrina definitiva en la filosofía cristiana posterior. Agustín conoció dos diálogos de Platón, el Fedón (dedicado al tema de la inmortalidad del alma) y el Timeo (dedicado al origen del mundo), obras en que pudo ver doctrinas afines al cristianismo. En el 387 recibe el bautismo.
Se dedica intensamente a la actividad literaria. En el 391 es hecho sacerdote y en el 395 obispo de Hipona, en Numidia. El saqueo de Roma, perpetrado en el 410 por los godos de Alarico, hecho que había puesto de actualidad la vieja tesis de que el cristianismo socavaba el poder de Roma, llevó a Agustín a escribir su obra capital: ”La Ciudad de Dios”, una
defensa de los cristianos contra estas acusaciones. Murió en Hipona, mientras
asediaban la ciudad los vándalos.
Veremos algunos de los problemas básicos planteados por la filosofía
agustiniana.
Formado en el cristianismo, pasó sin embargo largo tiempo despegado de la creencia cristiana y entregado a una vida de placeres, hasta que cayó en sus manos un libro de Cicerón que contenía una exhortación a la filosofía. Ansioso de saber, se adhirió primero al maniqueísmo, en el que vio una solución al problema del mal (que lo atormentaba) y una explicación de las pasiones. (El maniqueísmo era una secta mezcla de elementos paganos y cristianos, fundada por el persa Manes, que se basaba en el dualismo de la religión de Zoroastro.
Admite dos principios absolutos: la luz, el bien, y las tinieblas, el mal. “Me parecía-dice Agustín - que no éramos nosotros los que pecábamos, sino que era no sé qué naturaleza extraña la que pecaba en nosotros”). Después combatirá duramente contra los maniqueos, dando otra solución al problema del mal. Tras el maniqueísmo, Agustín se hizo escéptico. Del escepticismo salió con ayuda del cristianismo. A los treinta años fue a Milán, donde entró en contacto con el obispo Ambrosio, y a través de éste con la obra del neoplatónico Plotino (filósofo del siglo III, último gran representante de la filosofía griega, que. espiritualiza el platonismo).
Los sermones de Ambrosio llevaron a Agustín a la transformación interior y a la conversión al cristianismo. En Plotino encontró la consideración de Dios y el alma como realidades inmateriales. Agustín hizo que este inmaterialismo pasara a ser doctrina definitiva en la filosofía cristiana posterior. Agustín conoció dos diálogos de Platón, el Fedón (dedicado al tema de la inmortalidad del alma) y el Timeo (dedicado al origen del mundo), obras en que pudo ver doctrinas afines al cristianismo. En el 387 recibe el bautismo.
Se dedica intensamente a la actividad literaria. En el 391 es hecho sacerdote y en el 395 obispo de Hipona, en Numidia. El saqueo de Roma, perpetrado en el 410 por los godos de Alarico, hecho que había puesto de actualidad la vieja tesis de que el cristianismo socavaba el poder de Roma, llevó a Agustín a escribir su obra capital: ”
EL
PROBLEMA DE LA RAZÓN Y LA FE
El
cristianismo no es filosofía, pero algunos de los elementos más importantes que
utiliza en su propuesta de salvación
han sido objeto tradicional de la filosofía, por lo que no es extraño que los
creyentes hayan usado esta disciplina como fundamento de algunas de sus
creencias. Una de las preocupaciones más importantes del pensamiento medieval
fue la relación entre la teología y la
filosofía, entre la fe y la razón. El problema es discernir cuál es la
relación entre el conocimiento sobrenatural del hombre, alcanzado por
revelación, y el conocimiento natural, logrado a través del intelecto y los
sentidos.
No hay una distinción clara entre razón y fe en la
obra de Agustín, lo que marcará el discurrir de todo su pensamiento. Existe una
sola verdad, la revelada por la religión, y la razón puede contribuir a
conocerla mejor. "Cree para comprender", nos dice, en una clara
expresión de predominio de la fe; sin la creencia en los dogmas de la fe no
podremos llegar a comprender la verdad, Dios y todo lo creado por Dios (la
sabiduría de los antiguos no sería para él más que ignorancia); "comprende
para creer", en clara alusión al papel subsidiario, pero necesario, de la
razón como instrumento de aclaración de la fe: la fe puede y debe apoyarse en
el discurso racional ya que, correctamente utilizado, no puede estar en
desacuerdo con la fe, afianzando el valor de ésta.
Esta vinculación profunda entre la razón y la fe será una característica de la filosofía cristiana posterior, hasta la nueva interpretación de la relación entre ambas aportada por santo Tomás de Aquino, y supone una clara dependencia de la filosofía respecto a la teología.
Esta vinculación profunda entre la razón y la fe será una característica de la filosofía cristiana posterior, hasta la nueva interpretación de la relación entre ambas aportada por santo Tomás de Aquino, y supone una clara dependencia de la filosofía respecto a la teología.
EL CONOCIMIENTO
Aunque sin llegar a elaborar una teoría del conocimiento,
Agustín se ocupará del problema del conocimiento, tratando de establecer las
condiciones en las que se puede dar el conocimiento de la verdad, según el
ideal cristiano de la búsqueda de Cristo y la sabiduría.
Ante
el desarrollo del escepticismo defendido por la Academia nueva, con cuyas
tesis había simpatizado anteriormente, Agustín considerará fundamental la
crítica del mismo. Niegan los escépticos la posibilidad de alcanzar certeza
alguna. Ante ello Agustín replica afirmando la necesaria certeza de la propia
existencia: ¿puedo razonablemente dudar de mi existencia, aun suponiendo que
todos mis juicios estuvieran siempre equivocados? No, dice Agustín, ya que aun en el caso de que me
engañase no dejaría de existir (al menos el juicio " si mi equivoco
existo" sería siempre verdadero, asegurando la certeza de mi existencia);
pero la certeza es triple, ya que el hombre existe, vive y entiende.
En ese conocimiento cierto que tiene la mente de sí
misma y por sí misma, en la experiencia interior, asentará Agustín la validez del conocimiento. Así, no
puedo dudar de la certeza de los principios del entendimiento, como el
principio de no contradicción; ni de la certeza de las verdades matemáticas.
Tampoco puedo dudar de la certeza de la realidad exterior, en la que vivo. No
obstante la mente, buscando la verdad en sí misma, se trascenderá a sí misma al
encontrar en ella las ideas, verdades inmutables que no pueden proceder de la
experiencia.
Distinguirá Agustín varios tipos de conocimiento,
asegurada su posibilidad: el conocimiento
sensible y el conocimiento
racional; el conocimiento racional, a su vez, podrá ser
inferior y superior. El conocimiento sensible es el grado más bajo de
conocimiento y, aunque realizado por el alma, los sentidos son sus instrumentos;
este tipo de conocimiento sólo genera en mí opinión, doxa, tipo de conocimiento
sometido a modificación, dado que versa sobre lo mudable (puede observarse la
clara dependencia platónica del pensamiento agustiniano); al depender del
objeto (mudable) y de los sentidos (los instrumentos) cualquier deficiencia en
ellos se transmitirá al conocimiento que tiene el alma de lo sensible. El
verdadero objeto de conocimiento no es lo mudable, sino lo inmutable, donde
reside la verdad. Y el conocimiento sensible no me puede ofrecer esta verdad.
El conocimiento racional, en su actividad inferior,
se dirige al conocimiento de lo que hay de universal y necesario en la realidad
temporal, y es el tipo de conocimiento que podemos llamar ciencia (como los
conocimientos matemáticos). Ese tipo de conocimiento depende del alma, pero se
produce a raíz del "contacto" con la realidad sensible, siendo ésta
la ocasión que permite que la razón origine tales conocimientos universales.
El conocimiento racional, en su actividad superior,
es llamado por Agustín sabiduría; es el
auténtico conocimiento filosófico: el conocimiento de las verdades universales
y necesarias, las ideas, siguiendo a Platón. Hay, pues, una gradación del
conocimiento, desde los niveles más bajos, sensibles, hasta el nivel más
elevado, lo inteligible, la idea: "Las ideas son
formas arquetípicas o esencias permanentes e inmutables de las cosas, que no
han sido formadas sino que, existiendo eternamente y de manera inmutable, se
hallan contenidas en la inteligencia divina" .
Las ideas se encuentran, pues, en la mente de Dios.
¿Cómo se alcanza el conocimiento de las ideas? Dado su alejamiento de lo
sensible, realidad en la que se encuentra el hombre, las ideas sólo se pueden
conocer mediante una especial iluminación
que Dios concede al alma, a la actividad superior de la razón. El verdadero
conocimiento depende, pues, de la iluminación divina. ¿Cómo interpretar esta
iluminación? Según la llamada interpretación ontologista la iluminación
significaría que el alma contempla directamente las ideas o esencias en la
mente divina, lo que plantea problemas teológicos, dado que de alguna manera el
alma contemplaría la esencia divina.
Otras interpretaciones conciben la iluminación como
un poder que Dios concede a la razón, una virtud especial por la que el alma
queda capacitada para alcanzar por sí misma las verdades eternas, pero que el
alma no posee por naturaleza. Para otros la explicación nos la daría el símil
que establece Platón entre el sol y el Bien: la idea de Bien ilumina todas las
demás realidades permitiendo que sean captadas (presentándose así como la
fuente del ser y del conocimiento).
DIOS
El tema que más ocupa
a San Agustín es el tema de Dios. Su filosofía es predominantemente una
teología, siendo Dios no sólo la verdad a la que aspira el conocimiento, sino
el fin al que tiende la vida del hombre.
Agustín no se preocupa, sin embargo, de
elaborar pruebas sistemáticas de la existencia de Dios, aunque propone diversos
argumentos que ponen de manifiesto su existencia, haciéndolo con esa estricta
intención. Entre ellos se encuentran los que, a partir del orden observable en
el mundo, concluyen la existencia de un ser supremo ordenador, o los basados en
el consenso, que recalcan la universalidad de la creencia en dioses por parte
de todos los pueblos conocidos.
También encuentra
a Dios en el interior del hombre, a donde San Agustín acostumbra a dirigirnos
para encontrar en nosotros la verdad. Es precisamente por ese camino por el que
vamos a encontrar la que suele considerar con propiedad la demostración de la
existencia de Dios a partir de las ideas o verdades eternas: el fundamento de
tales verdades inmutables no puede estar en las cosas creadas, que son
cambiantes, sino que ha de estar en un ser inmutable y eterno, a su vez, es
decir, en Dios. El
punto de partida de la búsqueda de la sabiduría está en lo que tenemos más
cerca, es decir, el alma:”No salgas fuera. En el interior del hombre habita la
verdad”.
Pues
bien, en el alma encontramos verdades eternas, inmutables, morales,
metafísicas, matemáticas, que constituyen un “tesoro interior”. Como esas
verdades son inmutables o absolutas (hay que tener en cuenta aquí que la verdad
para Agustín posee - de acuerdo con la exigencia socrático-platónica- el
carácter de inmutabilidad), no pueden proceder de los sentidos, que no nos dan
más que testimonios mudadizos. ¿De dónde proceden? Siendo el alma mudable, las
verdades inmutables no pueden proceder de ella. Entonces, si no proceden de los
sentidos ni del alma misma sólo pueden explicarse por una iluminación divina:
estas verdades han sido depositadas de alguna manera por Dios en la mente
humana. De este modo, la búsqueda en el interior encuentra por las verdades
eternas algo que trasciende al alma hacia Dios. Es esta una doctrina típica del
agustinismo.
Respecto a la creación, es el
resultado de un acto, libre, de Dios. No obstante, las esencias de todas las
cosas creadas se encontraban en la mente de Dios como ejemplares
o modelos de
las cosas, tanto de las creadas en el momento original como de las que irían
apareciendo con posterioridad, es decir, de todo lo posible, pero no existente
todavía. Es el llamado ejemplarismo, que se complementa con la teoría, de
origen estoico, de las rationes seminales.
Los seres materiales se componen de materia y forma, pero no todos han sido
creados en acto desde el principio del mundo. En el momento de la creación Dios
depositó en la materia una especie de semillas, las rationes seminales, que,
dadas las circunstancias necesarias, germinarían, dando lugar a la aparición de
nuevos seres que se irían desarrollando con posterioridad al momento de la
creación.
En el acto de la creación Dios crea, pues, unos seres en acto y otros en
potencia, como rationes seminales, por lo que todos los seres naturales habrían
sido creados desde el principio del mundo, aunque no todos existirían en acto
desde el principio.
Tomás de Aquino vivió en el siglo XIII,
momento de mayor florecimiento de la
Europa medieval, siendo Francia el centro político y
cultural. Durante la Alta
Edad Media, (siglos VI-IX) a raíz de las sucesivas invasiones
de vikingos, árabes y húngaros, el sistema económico se había reducido a la
mera subsistencia y el sistema político
a un régimen feudal en el que el vasallaje permitía soportar las
continuas guerras.
A finales del siglo XI se alcanzó cierta estabilidad que permitió aumentar la producción, recuperar el comercio y, a la sombra de las nuevas ciudades alejadas de los feudos, surge una nueva clase social emprendedora y libre, los burgueses (artesanos, mercaderes, banqueros…). De esta forma, en el siglo XIII la economía goza de una estabilidad impulsada por un comercio floreciente: el florecimiento de la moneda, el aumento de circulación de metales preciosos, la consolidación de los gremios artesanales, la roturación de tierras, el empleo de nuevos instrumentos de labranza….
A finales del siglo XI se alcanzó cierta estabilidad que permitió aumentar la producción, recuperar el comercio y, a la sombra de las nuevas ciudades alejadas de los feudos, surge una nueva clase social emprendedora y libre, los burgueses (artesanos, mercaderes, banqueros…). De esta forma, en el siglo XIII la economía goza de una estabilidad impulsada por un comercio floreciente: el florecimiento de la moneda, el aumento de circulación de metales preciosos, la consolidación de los gremios artesanales, la roturación de tierras, el empleo de nuevos instrumentos de labranza….
Socialmente,
esto provoca el enriquecimiento de muchos campesinos y burgueses comerciantes,
a la par que buena parte de la vieja nobleza empieza a empobrecerse.
Políticamente,
el conflicto entre el Papa y el Emperador que ha dominado toda la Edad Media , alcanza su
máxima cota con la Bula Unam
Sanctam de Bonifacio VIII, que proclama la supremacía universal del Papa.
Sin embargo ya empiezan a surgir los primeros brotes de secularización que
cristalizarán en el s. XIV: se comienzan a esbozar los Estados de la Europa moderna. Francia
goza de gran prestigio, en Inglaterra se inicia el proceso para la primera
monarquía parlamentaria, en Italia se consolidad las ciudades-estado.
Culturalmente,
el s. XIII destaca por la aparición y auge de las Universidades, surgidas a partir de la evolución de las escuelas
catedralicias. Durante toda la
Edad Media la
Iglesia ha mantenido el monopolio de la cultura. En las
escuelas monacales se formaba al monje
para la oración y la soledad, copiando y conservando libros con el único
propósito de saber interpretar las Escrituras. En las escuelas catedralicias se
impartía una enseñanza estrictamente profesional, destinada a formar clérigos
bajo la dirección de un escolástico, que les enseñaba a saber leer las
Escrituras. A medida que estos escolásticos empiezan a concentrarse en las
ciudades a la búsqueda de alumnos, sienten la necesidad de agruparse entre sí
para defender sus intereses frente a Reyes y Obispos. Es el nacimiento de las
universidades. Destacan las de París en teología, Oxford en ciencia y
filosofía, Bolonia y Salamanca en derecho, Salerno en medicina, Cambridge, etc.
Las universidades, universitas magistrorum
et scholarum, son estudios generales, que responden al deseo de
universalizar la sabiduría de las diferentes escuelas, como unión de profesores
y alumnos. El método pedagógico era el de la lectio y la comentatio. El
profesor (al igual que el monje en el monasterio) lee las obras de los antiguos
filósofos (algunas obras de Platón, como el Timeo; de Aristóteles parte de la Lógica , algunos escritos de
Cicerón, Sénca y Lucrecio; las obras de los Padres de la Iglesia , especialmente Agustín y el Pseudo - Dionisio), y después
las comenta. Cada alumno toma sus apuntes, y al final del curso comienzan a
aparecer los Manuales -libros hechos a mano- que contienen los temas tratados;
así aparecen las Sumas, como la Suma Teológica de Tomás.
A lo largo del curso escolar, también tenían lugar las Disputatio, cuestiones problemáticas que se debatían acaloradamente y donde había posiciones enfrentadas o dialécticas. Las materias impartidas eran por un lado las artes liberales, que comprendían: a). El trivium, triple vía, integrada porla
Gramática , Retórica y Dialéctica. b). El quadrivium, la cuádruple vía,
integrada por la Aritmética , Geometría, Música y Astronomía. También estudiaban algo de
Cosmología, semejante a las
Ciencias de la naturaleza. En la cúspide de los estudios, estaba la Filosofía ,
y por último como el saber más importante la Teología ,
como estudio y conocimiento de Dios era el valor fundamental de la sociedad y
de la universidad. Alcanzar el grado de Maestro en Teología, era el título de
mayor prestigio.
A lo largo del curso escolar, también tenían lugar las Disputatio, cuestiones problemáticas que se debatían acaloradamente y donde había posiciones enfrentadas o dialécticas. Las materias impartidas eran por un lado las artes liberales, que comprendían: a). El trivium, triple vía, integrada por
Por otra parte, aunque a la Edad Media se la trata
como una Edad oscura para el saber, es indiscutible que algunas ciencias recibieron un importante
empuje, como la Química ,
la astronomía y la medicina en el pensamiento musulmán, por poner unos
ejemplos.
Contexto filosófico
Platón tiene
cierta presencia en el pensamiento de Santo Tomás, como es el caso de la
doctrina platónica de la participación, que nuestro autor tomará para explicar
la relación entre Dios y las criaturas, o su huella en la Cuarta Vía para la
demostración de la existencia de Dios, la Vía por los grados de perfección.
Pero sin duda, la influencia más
importante de la filosofía griega en el pensamiento de Tomás de Aquino es la de
Aristóteles, al que cita en sus obras como “El Filósofo”. La profunda
afinidad de Aristóteles con la filosofíade Tomás” se manifiesta en casi todas
las áreas de la filosofía, aunque siempre matizadas y completadas por su concepción
cristiana de la realidad:
- en ontología encontramos los conceptos aristotélicos
fundamentales (forma/materia, acto/potencia, substancia/accidentes),
- en teología
natural, principalmente en la primera, segunda y quinta prueba, o en
la concepción de Dios como motor inmóvil, acto puro y forma inmaterial;
- en filosofía de la naturaleza, su
descripción del mundo físico es aristotélica, por ejemplo, las
explicaciones finalistas del mundo natural, o la división del mundo en
mundo sublunar y mundo supralunar, con principios y leyes distintas para
cada ámbito;
- en teoría
del conocimiento, la primacía de la experiencia en la fundamentación
del conocimiento (el conocimiento comienza con la percepción, aunque no se
limite a lo que ofrecen los sentidos, pues es posible el conocimiento de
las realidades trascendentes, por ejemplo de Dios y del alma);
- en antropología, su
caracterización del alma, en términos más próximos a Aristóteles que a
Platón, aunque, a diferencia de Aristóteles, defiende con claridad la
inmortalidad del alma espiritual individual.
El pensamiento
medieval dejó también su huella en la filosofía de Santo Tomás, desde
filósofos árabes como Avicena (siglo XI) (en su distinción entre esencia
y existencia, y la tercera vía, de lo contingente a lo necesario) y Averroes
(siglo XII), al hebreo Maimónides (siglo XII), muy apreciado por Santo
Tomás entre otras cuestiones por su defensa de la creación del mundo de la nada
y por su forma de entender las relaciones entre la fe y la razón. Es importante
destacar la figura de Averroes porque
Tomás tuvo que enfrentarse a sus seguidores cristianos (averroísmo
latino) para mostrar que las interpretaciones que éstos ofrecían de
Aristóteles relativas al origen del mundo y a la inmortalidad del alma eran
erróneas, y así justificar la posibilidad de aceptar la filosofía aristotélica
desde la perspectiva cristiana. También la polémica contra la teoría de la
doble verdad de los averroístas le permitió hacer una defensa de la armonía
entre los dos órdenes de conocimiento, problema que tanto preocupó al
pensamiento medieval, el orden de conocimiento racional (la filosofía) y el
orden de conocimiento sobrenatural (la religión).
LA
RELACIÓN ENTRE LA RAZÓN Y LA FE
La relación del cristianismo con la filosofía viene determinada, ya
desde sus inicios, por el predominio de la fe sobre la razón. Esta actitud
queda reflejada en el "Credo ut intelligam" de San Agustín,
tributario en este aspecto del "Credo quia absurdum est" de
Tertuliano, y que se transmitirá a lo largo de toda la tradición filosófica
hasta Tomás de Aquino, quien replanteará la relación entre la fe y la razón,
dotando a ésta de una mayor autonomía.
No obstante,
también Tomás será, en este sentido,
deudor de la tradición filosófica cristiana, de carácter fundamentalmente
agustiniano, aceptando el predominio de lo teológico sobre cualquier otra
cuestión filosófica, así como los elementos de la fe que deben ser considerados
como imprescindibles en la reflexión filosófica cristiana: el creacionismo, la
inmortalidad del alma, las verdades reveladas de la Biblia y los evangelios, y
otros no menos importantes que derivan de ellos, como la concepción de una
historia lineal y trascendente, en oposición a la concepción cíclica de la
temporalidad típica del pensamiento clásico.
Sin embargo, esa relación de dependencia de la razón con respecto a la
fe será modificada sustancialmente por Tomás de Aquino. A lo largo del siglo
trece, el desarrollo de la averroísmo latino había insistido, entre otras, en
la teoría de la "doble verdad", según la cual habría una verdad para
la teología y una verdad para la filosofía, independientes una de otra, y cada
una con su propio ámbito de aplicación y de conocimiento. La verdad de la razón
puede coincidir con la verdad de la fe, o no. En todo caso, siendo
independientes, no debe interferir una en el terreno de la otra. Tomás
rechazará esta teoría, insistiendo en la existencia de una única verdad, que
puede ser conocida desde la razón y desde la fe.
Sin embargo, reconoce la particularidad y la independencia de esos dos
campos, por lo que cada una de ellas tendrá su objeto y método propio de
conocimiento. La filosofía se ocupará del conocimiento de las verdades
naturales, que pueden ser alcanzadas por la luz natural de la razón; y la
teología se ocupará del conocimiento de las verdades reveladas, de las verdades
que sólo puede ser conocidas mediante la luz de la revelación divina. Ello
supone una modificación sustancial de la concepción tradicional (agustiniana)
de las relaciones entre la razón y la fe. La filosofía, el ámbito propio de
aplicación de la razón deja, en cierto sentido, de ser la "sierva" de
la teología, al reconocerle un objeto y un método propio de conocimiento. No
obstante, Tomás acepta la existencia de
un terreno "común" a la filosofía y a la teología, que vendría
representado por los llamados "preámbulos" de la fe (la existencia y
unidad de Dios, por ejemplo). En ese terreno, la filosofía seguiría siendo un
auxiliar útil a la teología y, en ese sentido,
Tomás se refiere a ella todavía como la "criada" de la
teología.
Resumiendo, en la cuestión de las relaciones
entre la fe y otras formas de conocimiento Santo Tomás aborda el problema
distinguiendo los siguientes tipos de
verdades:
- las que se alcanzan
sólo por la razón:
no todos los conocimientos humanos interesan para la salvación, por lo que
habrá muchas verdades que no se ofrecen ni a la fe ni a la revelación;
aquí se incluyen la mayor parte de conocimientos científicos, por ejemplo
los matemáticos;
- las que se alcanzan
sólo por la fe:
el hombre no puede conocer exclusivamente con las fuerzas naturales todo
lo relativo a Dios y necesario para la salvación, como por ejemplo que
Dios es uno y trino;
- las que se pueden alcanzar por la fe y la razón:
la existencia de Dios y la inmortalidad del alma son verdades que se
ofrecen a la fe, pero también es posible llegar a ellas mediante el
ejercicio de la razón.
Dios tuvo que ofrecer a los hombres las
verdades del tercer tipo también a la fe porque son esenciales para la
salvación y no todos los hombres las pueden obtener con las meras fuerzas de su
razón. Con la mera razón es muy difícil alcanzarlas, habría que ser filósofo o
teólogo, y muchos no tienen ni tiempo, ni ganas, ni capacidad para ello.
Además, el ejercicio de la razón no es muy fiable puesto que en muchas
ocasiones mezcla la falsedad con la verdad, por lo que a muchos les parecerían
dudosas verdades realmente ciertas.
Por otro lado, dice Santo Tomás, no hay
incompatibilidad entre razón y fe, entre la esfera del conocimiento natural y
la esfera de conocimiento sobrenatural. Esta última descansa
directamente en Dios, pero la primera también descansa en Él, aunque
indirectamente, pues Dios mismo nos ha dado la razón y la capacidad para
comprender los primeros principios de la ciencia. Las verdades que poseemos por
revelación divina no pueden ser contrarias al conocimiento natural. Si se da un
conflicto entre ambas, Santo Tomás considerará que tal conflicto no es real: si
la investigación racional se enfrenta a verdades que la tradición y la
revelación consideran incontrovertibles, entonces lleva la peor parte la
investigación racional pues el error estará en el mal uso de la razón. Este
punto de vista influirá en el desarrollo de la ciencia pues tenderá a limitar
la investigación científica y a ponerla bajo la tutela de la religión.
Pero, estrictamente
hablando, la posición de Tomás supondrá el fin de la sumisión de lo filosófico
a lo teológico. Esta distinción e independencia entre ellas se irá aceptando en
los siglos posteriores, en el mismo seno de la Escolástica ,
constituyéndose en uno de los elementos fundamentales para comprender el
surgimiento de la filosofía moderna.
LA
EXISTENCIA DE DIOS
Por lo que respecta la existencia de Dios Tomás afirma taxativamente que no es una
verdad evidente para la naturaleza humana, (para la razón,) por lo que, quienes
la afirmen, deberán probarla. La existencia de Dios, nos dice, es evidente
considerada en sí misma, pero no considerada respecto al hombre y su razón
finita y limitada. Tanto es así que ni siquiera las diversas culturas o
civilizaciones tienen la misma idea de Dios (judaísmo, islamismo, cristianismo,
politeísmo...) e, incluso, ni siquiera todos los hombres pertenecientes a la
misma cultura poseen la misma idea de Dios. Y esto es un hecho ante el que no
cabe discusión. Con ello pretende recalcar tanto la importancia del tema como
la legitimidad de solicitar una garantía de la razón, independientemente de lo
que afirme la fe.
Si la existencia de Dios no es una verdad evidente para nosotros es necesario, pues, que sea demostrada de un modo evidente para la razón, de un modo racional, en el que no intervengan elementos dela Revelación o de la fe.
Si la existencia de Dios no es una verdad evidente para nosotros es necesario, pues, que sea demostrada de un modo evidente para la razón, de un modo racional, en el que no intervengan elementos de
Pero ¿qué tipo de
demostración hemos de elegir? No podemos partir de la idea de Dios, ya que eso
es precisamente lo que se trata de demostrar, lo que se trata de conocer.
Tampoco podemos recurrir a la demostración "a priori ", puesto que
esta demostración parte del conocimiento de la causa, y de él llega al
conocimiento del efecto: pero Dios no tiene causa. Sólo nos queda, pues, partir
del conocimiento que proporciona la experiencia humana, de los seres que
conocemos, tomados como efectos, y remontarnos, a través de ellos, a su causa,
es decir, argumentando "a posteriori“.
Siendo tal la posición de Tomás comprendemos por qué criticará duramente
el argumento ontológico y rechazará su validez. El argumento anselmiano toma
como punto de partida la idea de Dios como ser perfecto, pero tal idea,
dice Tomás, procede de la creencia, de
la fe, y no tiene por qué ser aceptada por un no creyente. Pero además, el
argumento de San Anselmo contiene un paso ilegítimo de lo ideal a lo real:
pensar algo como existente no quiere decir que exista en la realidad. La
existencia pensada no tiene más realidad que la de ser pensada, la de estar
como tal en nuestro entendimiento, pero no fuera de él. Para Tomás la
existencia sólo puede ser alcanzada si partimos de la existencia y argumentamos
a partir de ella. Y la única existencia indudable para nosotros es la
existencia sensible. Por ello desarrollará sus cinco pruebas de la existencia
de Dios a partir siempre de la experiencia sensible, la primera pero no la
única forma de experiencia que el hombre conoce...
En la "Suma Teológica", primera parte, capítulos 2 y 3,
encontramos formuladas las cinco pruebas tomistas de la demostración de la
existencia de Dios, (conocidas como las "cinco vías"), que se exponen
a continuación:
Primera vía. Movimiento:
Nos consta por los sentidos que hay seres de este mundo que se mueven;
pero todo lo que se mueve es movido por otro, y como una serie infinita de
causas es imposible hemos de admitir la existencia de un primer motor no movido
por otro, inmóvil. Y ese primer motor inmóvil es Dios.
"La primera y más clara se funda en el
movimiento. Es innegable, y consta por el testimonio de los sentidos, que en el
mundo hay cosas que se mueven. Pues bien, todo lo que se mueve es movido por
otro, ya que nada se mueve mas que en cuanto está en potencia respecto a
aquello para lo que se mueve. En cambio, mover requiere estar en acto, ya que
mover no es otra cosa que hacer pasar algo de la potencia al acto, y esto no
puede hacerlo más que lo que está en acto, a la manera como lo caliente en
acto, v. gr., el fuego hace que un leño, que está caliente en potencia, pase a
estar caliente en acto. Ahora bien, no es posible que una misma cosa esté, a la
vez, en acto y en potencia respecto a lo mismo, sino respecto a cosas diversas:
lo que, v. gr., es caliente en acto, no puede ser caliente en potencia, sino
que en potencia es, a la vez frío.
Es, pues, imposible que una cosa sea por lo mismo y de la misma manera motor y móvil, como también lo es que se mueva a sí misma. Por consiguiente, todo lo que se mueve es movido por otro. Pero, si lo que mueve a otro es, a su vez, movido, es necesario que lo mueva un tercero, y a éste otro. Mas no se puede seguir indefinidamente, porque así no habría un primer motor y, por consiguiente, no habría motor alguno, pues los motores intermedios no mueven más que en virtud del movimiento que reciben del primero, lo mismo que un bastón nada mueve si no lo impulsa la mano. Por consiguiente, es necesario llegar a un primer motor que no sea movido por nadie, y éste es el que todos entienden por Dios."
Es, pues, imposible que una cosa sea por lo mismo y de la misma manera motor y móvil, como también lo es que se mueva a sí misma. Por consiguiente, todo lo que se mueve es movido por otro. Pero, si lo que mueve a otro es, a su vez, movido, es necesario que lo mueva un tercero, y a éste otro. Mas no se puede seguir indefinidamente, porque así no habría un primer motor y, por consiguiente, no habría motor alguno, pues los motores intermedios no mueven más que en virtud del movimiento que reciben del primero, lo mismo que un bastón nada mueve si no lo impulsa la mano. Por consiguiente, es necesario llegar a un primer motor que no sea movido por nadie, y éste es el que todos entienden por Dios."
Esta
prueba tiene su origen en Aristóteles, Maimónides, y San Alberto Magno.
El primer motor tiene que ser único, pues si existiesen dos o más, las diferencias entre ellos provocarían una carencia, que les haría ser imperfectos. Además Dios como primer y único motor crea el cosmos a partir de la nada (ex nihilo), eliminando de esta forma cualquier tipo de panteísmo.
El primer motor tiene que ser único, pues si existiesen dos o más, las diferencias entre ellos provocarían una carencia, que les haría ser imperfectos. Además Dios como primer y único motor crea el cosmos a partir de la nada (ex nihilo), eliminando de esta forma cualquier tipo de panteísmo.
Segunda vía. Eficiencia:
Nos consta la existencia de causas eficientes que no pueden ser causa de
sí mismas, ya que para ello tendrían que haber existido antes de existir, lo
cual es imposible. Además, tampoco podemos admitir una serie infinita de causas
eficiente, por lo que tiene que existir una primera causa eficiente incausada.
Y esa causa incausada es Dios.
"La segunda vía se basa en causalidad
eficiente. Hallamos que en este mundo de lo sensible hay un orden determinado
entre las causas eficientes; pero no hallamos que cosa alguna sea su propia
causa, pues en tal caso habría de ser anterior a sí misma, y esto es imposible.
Ahora bien, tampoco se puede prolongar indefinidamente la serie de las causas
eficientes, porque siempre que hay causas eficientes subordinadas, la primera
es causa de la intermedia, sea una o muchas, y ésta causa de la última; y
puesto que, suprimida una causa, se suprime su efecto, si no existiese una que
sea la primera, tampoco existiría la intermedia ni la última. Si, pues, se
prolongase indefinidamente la serie de causas eficientes, no habría causa
eficiente primera, y, por tanto, ni efecto último ni causa eficiente
intermedia, cosa falsa a todas luces. Por consiguiente, es necesario que exista
una causa eficiente primera, a la que todos llaman Dios."
Esta
prueba fue utilizada por Aristóteles, Avicena.
Tercera vía. Contingencia:
Hay seres que comienzan a existir y que perecen, es decir, que no son
necesarios; si todos los seres fueran contingentes, no existiría ninguno, pero
existen, por lo que deben tener su causa, pues, en un primer ser necesario , ya
que una serie causal infinita de seres contingentes es imposible. Y este ser
necesario es Dios.
"La tercera vía considera el ser posible o
contingente y el necesario, y puede formularse así. Hallamos en la naturaleza
cosas que pueden existir o no existir, pues vemos seres que se producen y seres
que se destruyen, y, por tanto, hay posibilidad de que existan y de que no
existan. Ahora bien, es imposible que los seres de tal condición hayan existido
siempre, ya que lo que tiene posibilidad de no ser hubo un tiempo en que no
fue. Si, pues, todas las cosas tienen la posibilidad de no ser, hubo un tiempo
en que ninguna existía. Pero, si esto es verdad, tampoco debiera existir ahora
cosa alguna, porque lo que no existe no empieza a existir más que en virtud de
lo que ya existe, y, por tanto, si nada existía, fue imposible que empezase a
existir cosa alguna, y, en consecuencia, ahora no habría nada, cosa evidentemente
falsa.
Por consiguiente, no todos los seres son posibles o contingentes, sino que entre ellos forzosamente, ha de haber alguno que sea necesario. Pero el ser necesario o tiene la razón de su necesidad en sí mismo o no la tiene. Si su necesidad depende de otro, como no es posible, según hemos visto al tratar de las causas eficientes, aceptar una serie indefinida de cosas necesarias, es forzoso que exista algo que sea necesario por sí mismo y que no tenga fuera de sí la causa de su necesidad, sino que sea causa de la necesidad de los demás, a lo cual todos llaman Dios."
Por consiguiente, no todos los seres son posibles o contingentes, sino que entre ellos forzosamente, ha de haber alguno que sea necesario. Pero el ser necesario o tiene la razón de su necesidad en sí mismo o no la tiene. Si su necesidad depende de otro, como no es posible, según hemos visto al tratar de las causas eficientes, aceptar una serie indefinida de cosas necesarias, es forzoso que exista algo que sea necesario por sí mismo y que no tenga fuera de sí la causa de su necesidad, sino que sea causa de la necesidad de los demás, a lo cual todos llaman Dios."
Esta
vía fue desarrolla por Maimónides y Avicena.Es la vía más importante para Tomás
de Aquino. La contingencia consiste en hecho de que todo lo que existe tiene
que tener su razón de existencia (su razón suficiente). Este pensamiento lo
aplícará a la primera vía (del movimiento), a la segunda (producción causal), a
la cuarta (grados de perfección) y a la quinta (finalidad).
Cuarta vía. Grados de perfección:
Observamos distintos grados de perfección en los seres de este mundo
(bondad, belleza,...) Y ello implica la existencia de un modelo con respecto al
cual establecemos la comparación, un ser óptimo, máximamente verdadero, un ser
supremo. Y ese ser supremo es Dios.
"La cuarta vía considera los grados de
perfección que hay en los seres. Vemos en los seres que unos son más o menos
buenos, verdaderos y nobles que otros, y lo mismo sucede con las diversas
cualidades. Pero el más y el menos se atribuyen a las cosas según su diversa
proximidad a lo máximo, y por esto se dice lo más caliente de lo que más se
aproxima al máximo calor. Por tanto, ha de existir algo que sea verísimo,
nobilísimo y óptimo, y por ello ente o ser supremo; pues, como dice el
Filósofo, lo que es verdad máxima es máxima entidad. Ahora bien, lo máximo en
cualquier género es causa de todo lo que en aquel género existe, y así el
fuego, que tiene el máximo calor, es causa del calor de todo lo caliente, según
dice Aristóteles. Existe, por consiguiente, algo que es para todas las cosas
causa de su ser, de su bondad y de todas sus perfecciones, y a esto llamamos
Dios."
Esta
vía esta basada en Platón
Quinta vía. Finalidad:
Observamos que seres inorgánicos actúan con un fin; pero al carecer de
conocimiento e inteligencia sólo pueden tender a un fin si son dirigidos por un
ser inteligente. Luego debe haber un ser sumamente inteligente que ordena todas
las cosas naturales dirigiéndolas a su fin. Y ese ser inteligente es Dios.
"La quinta vía se toma del gobierno del mundo.
Vemos, en efecto, que cosas que carecen de conocimiento, como los cuerpos
naturales, obran por un fin, como se comprueba observando que siempre, o casi
siempre, obran de la misma manera para conseguir lo que más les conviene; por
donde se comprende que no van a su fin obrando al acaso, sino
intencionadamente. Ahora bien, lo que carece de conocimiento no tiende a un fin
si no lo dirige alguien que entienda y conozca, a la manera como el arquero
dirige la flecha. Luego existe un ser inteligente que dirige todas las cosas naturales
a su fin, ya éste llamamos Dios."
LA METAFÍSICA TOMISTA
Para Tomás de Aquino el problema no es
racionalmente el problema de Dios, sino explicar el mundo, es decir, la
creación. El problema de la creación es el principal de cualquier pensamiento
filosófico, que parta de la idea de un Dios único, y de un mundo creado por ese
Dios.
La idea de la creación es revelada. Una vez
establecida como creencia, plantea graves problemas ontológicos. El principal
se deriva de la división del orden del ser (es decir, de todo lo que hay) en
dos mundos opuestos, y, en apariencia, irreductibles:
1- Dios ser infinito y perfecto; y
2- los seres creados, contingentes finitos, impropiamente llamados seres.
¿Cómo es posible?
La explicación se encuentra en el concepto revelado
por Dios de Sí mismo, que es en parte la clave de la metafísica cristiana, y
principio de la ontología tomista.
El concepto del Dios revelado es una cita del
libro del Éxodo. Dice así: "Yo soy el que soy, y así dices a los hijos de
Israel: El que es me envía a vosotros". Es decir, Dios es el SER y
consiste en existir, pero en la
Biblia no hay metafísica. La cita sólo tiene sentido en la
tradición filosófica occidental, en concreto en la filosofía griega, que al
margen de planteamientos religiosos había discutido la distinción Ser/No Ser, y
había encontrado que el ser (en el sentido radical de existir), tenía unos
atributos determinados que se imponían a la razón, por ejemplo eternidad,
unicidad, inmutabilidad, etc. Hace notar Tomás de Aquino que como era lógico
aquí razón y fe coinciden: Dios dice de sí mismo lo que la filosofía había
descubierto en el Ser.
El problema que se plantea es el siguiente:
Si Dios es el ser sin más, el verdadero ser, las demás realidades ¿qué son?,
¿son sólo apariencias?, ¿son partes de ese ser? "Desde el momento en
que se dice que Dios es el SER, está claro que en cierto sentido sólo Dios es.
Admitir lo contrario es comprometerse a sostener que todo es Dios, lo que el
pensamiento cristiano no sabría hacer, no solo por razones religiosas sino
también por razones filosóficas, de las cuales la principal es que si todo es
Dios no hay Dios. En efecto, nada de lo que conocemos directamente, posee los
caracteres del SER. En primer lugar, los cuerpos no son infinitos, puesto que cada
uno de ellos está limitado por su esencia que lo determina al definirlo.
Lo que conocemos es siempre tal o cual ser, jamás el ser, y aún suponiendo efectuado el total de lo real y de lo posible, ninguna suma de seres particulares, podría reconstruir la unidad de lo que es, pura y simplemente. Pero hay más. Al "Yo soy el que soy" del Éxodo, corresponde esta otra cita: "Yo soy el Señor y no cambio". Y en efecto, todos los seres por nosotros conocidos se hayan sometidos al devenir, es decir, a la mudanza; no son seres perfectos e inmutables, como lo es necesariamente el ser mismo" (Etienne Gilson).
Lo que conocemos es siempre tal o cual ser, jamás el ser, y aún suponiendo efectuado el total de lo real y de lo posible, ninguna suma de seres particulares, podría reconstruir la unidad de lo que es, pura y simplemente. Pero hay más. Al "Yo soy el que soy" del Éxodo, corresponde esta otra cita: "Yo soy el Señor y no cambio". Y en efecto, todos los seres por nosotros conocidos se hayan sometidos al devenir, es decir, a la mudanza; no son seres perfectos e inmutables, como lo es necesariamente el ser mismo" (Etienne Gilson).
Concluimos:
1- Dios es el ser pura y simplemente (eterno,
necesario, infinito y único).
2- Los seres no forman parte de este ser, porque el ser único no puede estar
formado de partes. Todo no es Dios.
3- Los seres son "adjetivos", es decir, no necesitan ser. La perfecta
unidad del SER (Dios) excluye toda multiplicidad; lo múltiple y cambiante ni
quita ni pone a Dios; pero podría no ser, es decir, los seres aparecen como
contingentes.
Contingencia significa, que se tiene la
existencia de modo participado, los seres contingentes no son partes del SER,
participan en el SER. Tomás de Aquino dice: los seres contingentes distinguen
su esencia de su existencia (y esta última no la tienen por sí), y en Dios, Ser
necesario, Esencia y Existencia se identifica: Es el ser que consiste en
existir. Los demás seres consisten (por su esencia) en ser ángeles, hombres,
animales, plantas, etc.; y esa esencia tiene además una existencia. Tomás ofrece una
visión jerárquica y piramidal de la realidad creada. La jerarquía de los seres
vendrá dada por la mayor o menor simplicidad de estos, es decir, por su mayor o
menor cercanía al puro ser de Dios.
REPERCUSIONES DE TOMÁS DE AQUINO
Tras la muerte de este
filósofo, hubo una importante oposición a su filosofía, particularmente de los
franciscanos, que reivindicaron a San Agustín como el más fiel exponente del
punto de vista cristiano; la oposición culminó en la condena de algunas de las
doctrinas tomistas por parte de las autoridades eclesiásticas de París y Oxford
en 1277. Sin embargo, pronto se vio que el miedo a su pensamiento era infundado
y tras la canonización de Santo Tomás en 1323, el tomismo se fue
extendiendo paulatinamente, primero entre los dominicos –orden religiosa
a la perteneció Tomás de Aquino– y posteriormente fuera de la propia orden.
Su teoría de la ley natural influyó en el siglo XVI en la Escuela de
Salamanca (principalmente Francisco de Vitoria ((1483-1546), que desarrolló
el “derecho de gentes” y al que algunos consideran el creador del Derecho
Internacional)) y en el llamado Iusnaturalismo.
La aparición de nuevos
sistemas filosóficos a partir de la Edad Moderna eclipsó el pensamiento tomista; pero
en el siglo XIX un grupo de pensadores italianos, inspiradores de la encíclica
de León XIII Aeterni Patris (1879) en la que se defiende el
pensamiento de Tomás de Aquino como el más adecuado al cristianismo, marcó la
renovación de su pensamiento en lo que se ha dado en llamar neotomismo o
neoescolástica. Los principales representantes de la neoescolástica
contemporánea son J. Maréchal, J. Maritain y E. Gilson.
Tomás de Aquino se ha convertido en el filósofo con
más presencia en el seno de la
Iglesia : la
Iglesia estableció para sus centros de enseñanza superior,
seminarios y facultades de Teología los principios de la doctrina de Aquino; en
su obra buscaron consejo e inspiración los teólogos y eclesiásticos que
participaron en los Concilios, por ejemplo el de Trento; los sucesivos Catecismos
de la Iglesia
rescatan su teología; su concepción de la naturaleza humana y la idea de la ley
natural sirven de fundamento para la moral católica oficial
CUESTIONES
BÁSICAS DEL TEMA 4
1.
¿En
qué marco histórico social surge el cristianismo?
2.
¿Qué
relaciones mantuvo el cristianismo con la filosofía en sus orígenes?
3.
¿En
qué momento y por qué entra el cristianismo en contacto con la filosofía?
4.
¿Cómo
se ha valorado la fusión cristianismo y filosofía?
5.
Explica
los elementos doctrinales específicos de la concepción judeocristiana
6.
Haz
una presentación general de la filosofía de Agustín de Hipona
7.
El
problema de las relaciones razón-fe. Compara la doctrina agustiniana con la
tomista
8.
El
estudio del conocimiento en Agustín de Hipona
9.
La
teoría de la Iluminación.
Interpretaciones
10. Presentación de la obra de Tomas de Aquino
11. La doctrina de la doble verdad de Averroes
12. La
demostración de la existencia de Dios en Tomas de Aquino.
FUENTE:
www.juntadeandalucia.es
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