LOS PRESOCRÁTICOS Y LA NATURALEZA - Mente Filosófica

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domingo, 2 de junio de 2019

LOS PRESOCRÁTICOS Y LA NATURALEZA


filosofia de la naturaleza

Los filósofos llamados presocráticos- están interesados por aclarar racionalmente un problema común: ¿Cual es el origen de la naturaleza?  Y quieren aclararlo, no basándose en el saber mítico tradicional, sino pensando en ruptura con la tradición, desde las presupuestos de su racionalidad y de su propia lógica y experiencia.

El concepto naturaleza significó, en estos primeros filósofos, el principio constitutivo de todas las cosas o de cada especie de cosas, para pasar a significar posteriormente la totalidad de lo real, lo contrapuesto a la cultura, la historia y el artificio. Concebido en este primer sentido, la pregunta por el origen de la naturaleza, se resuelve en la búsqueda de cuál es el principio o elemento material del que han surgido todas las cosas, que permanece a pesar de todos los cambios y que viene a constituir la esencia de lo que hay.

Todos los presocráticos concibieron el primer principio de la naturaleza como material y eterno, de manera que la idea de un dios creador del universo, a partir de la nada originaria, es ajena al mundo griego.

Teniendo en cuenta su procedencia, los filósofos presocráticos se pueden clasificar del modo siguiente:

I) Los filósofos de Jonia


Entre todos los presocráticos, los filósofos jónicos representan la tradición más científica, hasta el punto que son denominados  físicos, en cuanto que elaboran una cosmología de corte científico-filosófico, con elementos tomados de la ciencia egipcia y mesopotámica, bastante alejada de los planteamientos míticos de su época. Todos estos filósofos de la Jonia son monistas, en cuanto que consideran que en el origen del universo está un solo elemento material y eterno, a partir del cual han surgido todas las cosas. Este elemento es el agua para Tales de Mileto, el primero de los filósofos conocidos. Para Anaxímenes es el aire; para Heráclito es el fuego y para Anaximandro es una  sustancia indeterminada, aunque material, que no coincide con ninguno de los elementos conocidos, a la que llama apeiron, que en castellano traducimos como lo indeterminado.

De entre los filósofos jónicos destaca, sobre todo, Heráclito. Y no es su doctrina acerca del primer principio lo más destacado de este autor, sino su pensamiento acerca del papel que la contradicción y el logos tienen en la explicación del proceder o el actuar cósmico. Es por esta doctrina que Heráclito es considerado el padre de la dialéctica.

En efecto, de sus aforismos puede deducirse que Heráclito partió de la experiencia del cambio, del devenir. "No es posible bañarse dos veces en el mismo río, porque nuevas aguas corren siempre sobre ti", dice el autor en uno de sus más conocidos aforismos. Ahora bien, si lo real es dinámico, cambiante, ¿cómo podemos conocer su estructura? 

Para comprender lo real hace falta entenderlo como una estructura contradictoria, pues el dinamismo de lo real es engendrado por el conflicto, la lucha y la discordia. "La guerra es el padre de todas las cosas", dice también Heráclito. Esto no supone que el universo sea caótico, pues precisamente el resultado de esta tensión cósmica es la armonía. Y esto ocurre porque el Logos rige al universo, o lo que es lo mismo una Razón universal y única gobierna a todas las cosas. Ella es la causa de la armonía, pues para este autor "la armonía consiste en  tensiones opuestas, similares a las del arco la lira". Y de esta Razón universal participa también el hombre, parte de la naturaleza y sujeto por tanto a la misma legalidad natural.

II) Los filósofos de Italia meridional

Representan la tradición religiosa y metafísica (término aún por inventar) y que, al menos en este contexto, significa el saber abstracto y universal que busca explicaciones  sobre lo real, acudiendo a causas que transcienden la experiencia ordinaria. Dentro de este grupo puede incluirse a los pitagóricos, que eran dualistas y a Parménides, que es considerado junto con Heráclito el más destacado de los presocráticos.

Los pitagóricos elaboraron una cosmología interesante, que parte de la hipótesis de una identidad entre la realidad física y las matemáticas. En base a dicha suposición hipotética, consideraron que existe un paralelismo entre los principios  que gobiernan las operaciones matemáticas y los que rigen la realidad. De ahí que ellos creyeran que si conociésemos estos principios de lo numérico, conoceríamos también la lógica que gobierna el universo. 

En este búsqueda de los principios de lo numérico los pitagóricos entendieron que todos los número pueden se clasificados o como  pertenecientes a la clase de los pares o como pertenecientes a la clase de los impares. A esta primera oposición dual, que sirve para entender los principios básicos de lo numérico, añadieron ellos otras oposiciones que determinan y completan a la primera. Así lo limitado -ilimitado, lo masculino-femenino, lo luminoso-oscuro, lo lleno-lo vacío etc. Estos principios de lo numérico aplicados a las cosas, nos permiten entenderlas en su estructura dual, pues al reducir cada cosa a un número, podemos conocer  los principios duales que la componen.

El interés central que tiene esta doctrina dualista reside en haber presentado una imagen del universo más formalizada que la de los primeros filósofos, atenta a captar más que el principio material de que todo está compuesto, la lógica o estructura que lo configura la realidad.
Con Parménides y la escuela eleática, la filosofía inicia un nuevo camino, el camino de la ontología, la reflexión sobre el ser en general, uno de cuyos planos o dimensiones es el ser físico, la naturaleza.

Y así como Heráclito, a la luz de la razón, había llegado a la conclusión de que lo real es un dinamismo conflictual y pese a ello armónico, Parménides, a la luz de esta misma razón, considera que el cambio y el devenir son un mero engaño de los sentidos.

Para llegar a esta conclusión, Parménides parte de una utilización radical de la lógica y en concreto del principio de identidad. Así, dirá Parménides, la razón nos muestra que el ser es y que el no ser no es, o lo que es lo mismo, que cada cosa es igual a sí misma, que  A = A. Nos dice también la razón que sólo lo que es puede ser pensado, el pensamiento no puede pensar el no ser, la nada (principio que había usado los pitagóricos para entender junto con lo lleno la estructura de lo real).

Aplicando estos principios racionales a la comprensión de la naturaleza, resultaría que habría que decir:

1º La realidad, el ser es inmóvil. Aceptar el cambio en la naturaleza supone considerar que algo que es no es, que algo que no es. Y esto, la razón se niega a aceptarlo, por ser contradictorio con la lógica de la identidad, que siempre afirma que  el ser es y el no ser no es, que es imposible que algo sea y no sea.

2º El ser es uno, no existe la multiplicidad de seres, que nos muestran los sentidos. El ser es "uno", porque si hubiera otra cosa sería el no ser y ya sabemos que el no ser no es.

3º El ser es inengendrado e imperecedero, porque en caso contrario habría que suponer que procede del no-ser y vuelve a él, pero el no-ser es impensable e inexistente.

El resultado de esta especulación racional, montada sólo sobre la razón lógica y negadora del papel de la información sensible, es una imagen del universo como una realidad material, eterna, inmóvil, finita, en la que no hay lugar para la pluralidad y el cambio. En ella se apoyó Platón para construir su particular visión, no de la naturaleza, sino del mundo de las ideas, que luego veremos.

III) Los últimos presocráticos

La doctrina de Parménides había mostrado la dificultad de considerar que de lo uno pueda surgir la pluralidad, señalando las insuficiencias del monismo. Al mismo tiempo, había hecho ver la imposibilidad de que la razón opere con el vacío o el no ser, concepto que está a la base de las doctrinas pitagóricas. Por eso, los filósofos pluralistas superaron estas dificultades, considerando que en el origen de todas las cosas no está lo uno, sino lo plural, a saber, una pluralidad de elementos materiales, a partir de la cual se han formado los diferentes seres físicos. El cambio no supone una transición del ser al no ser, sino una mera combinación del ser, de los elementos que ya existían en el origen.

Dentro de estos filósofos pluralistas, que ya vivieron en el siglo V antes de Cristo, destaca Empédocles de Agrigento, Anaxágoras y Demócrito.

Empédocles elabora una visión de la naturaleza que tiene en cuenta el cambio y la pluralidad. Así, en el origen del universo están los cuatro elementos o raíces de todas las cosas: aire, fuego, agua y tierra. Cada uno de ellos es eterno e imperecedero (según había dicho Parménides del ser), pero mezclado con todos los demás da lugar a los diferentes seres físicos. Existen cambios y alteraciones en el mundo, que vienen producidas por las diferentes combinaciones que tienen lugar entre los elementos. Estas combinaciones y mezclas están dirigidas por dos fuerzas que las gobiernan y a las que Empédocles llama Amor y Odio

Estas dos fuerzas explican también que el acontecer natural se desarrolle cíclicamente, pues hay momentos en que domina en el universo la fuerza cósmica del Amor y todo es entonces unidad, inmovilidad y armonía. Hay momentos en que domina el Odio  y surge la discordia, la heterogeneidad y la separación. De la acción conjunta de estos dos principios ha surgido la pluralidad de las cosas realmente existentes. Los cambios no son causados desde el interior del ser, sino por estas dos fuerzas exteriores a los elementos mismos.

Anaxágoras, el segundo de los pluralistas, acude al mismo esquema explicativo, en cuanto que considera que en el origen de la naturaleza están las homeomerías, partículas cualitativamente distintas entre sí, existentes en un número indefinido que han dado origen a todo lo existente. Las combinaciones entre estas partículas se producen a partir de la actuación de una fuerza exterior, que Anaxágoras llama el Nous (Espíritu o Inteligencia). El Nous  es algo separado de la masa de semillas, conoce todo y tiene el máximo poder. Todas estas características podrían hacernos pensar que el Nous constituye  una realidad espiritual, que actúa finalisticamente, poniendo en marcha la máquina del universo. Aristóteles despeja esta duda, al considerar que Anaxágoras no habría sido capaz de idear una explicación teleológica de la naturaleza, pues el propio Nous es un principio material también como el resto de las homeomerías, aunque su materia sea sutil, que actúa mecánicamente sobre las semillas, sin que dirija el proceso de acuerdo con fines.

Demócrito de Abdera, el fundador de la escuela atomista, es el tercero de los grandes pluralistas, siendo considerado en el mundo antiguo el creador de una interpretación mecanicista de la naturaleza.

Al igual que Empedócles, Demócrito quiere elaborar una imagen del universo, que salve el mundo de las apariencias, que nos dicen que existe la pluralidad y el cambio, y al mismo tiempo que sea una imagen lógica y racional que se ajuste a las exigencias del logos, como quería hacer Parménides.

Para ello, Demócrito considera que lo real se compone de un número infinito de sustancias materiales, que son cualitativamente iguales entre si (a diferencia de las semillas de Anaxágoras), pero difieren en su tamaño, forma, posición, en resumidas cuentas, en sus caracteres cuantitativos. Son los átomos, realidades indivisibles de las que se compone todas las cosas . Los átomos poseen movimiento propio y espontáneo  en todas direcciones. El choque entre los átomos puede tener dos consecuencias diversas: o bien los átomos rebotan y se separan,  o bien se enganchan entre sí, dando lugar a  mundos diversos, engendrados y perecederos. Los átomos explican la multiplicidad de los seres físicos, así como la generación y la corrupción. 

Pero para dar cuenta total del cambio, los atomistas acuden a un segundo principio que es el vacío, o el no ser, en cuanto que si no existiera el vacío no sería posible explicar los choques y desplazamientos entre los átomos. Ahora bien, hay que dejar bien claro que estos choques obedecen al puro azar, pues en el universo, según los atomistas, no hay fines , ni inteligencia alguna que ordene los procesos cósmicos. Materia, vacío y movimiento son los tres elementos que se utilizan en esta concepción mecanicista de la naturaleza.

Todas las explicaciones acerca de la naturaleza que hemos estudiado se caracterizan por el empeño de ser explicaciones que buscan el Logos, la racionalidad, que está detrás del acontecer natural. Algunas de ellas, como hemos visto, han tenido que negar la existencia en la naturaleza del cambio, del movimiento, por considerar que así lo requiere el logos, la razón. Otras han buscado respetar el mundo de las apariencias, señalando cómo desde la razón es justificable el cambio.  Y desde una visión lógica de la naturaleza, algunas de estas concepciones han pensado que el universo actúa por meras causas mecánicas, mientras que otras han creído entrever la presencia de una finalidad que todo lo dirige.

Esta preocupación por encontrar la lógica del mundo no es patrimonio de los pensadores presocráticos. También los autores que vienen a continuación seguirán interrogándose por la naturaleza. Lo que varia es el énfasis que se le dará a esta  preocupación, pues a diferencia del período estudiado, llamado también período cosmológico, precisamente por esta preocupación central por el Cosmos, el período que viene a continuación va poner el énfasis en la preocupación por el hombre y la sociedad. 

Entramos así en el período antropológico, con nuevos temas y problemas para la filosofía. Las causas de estas nuevas preocupaciones están también en los cambios que se producen en Grecia, concretamente en Atenas, en el siglo V antes de Cristo.

Fuente:   

www.juntadeandalucia.es
 


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