Los filósofos llamados presocráticos- están interesados por aclarar racionalmente
un problema común: ¿Cual es el origen de la naturaleza? Y quieren aclararlo, no basándose en el saber
mítico tradicional, sino pensando en ruptura con la tradición, desde las
presupuestos de su racionalidad y de su propia lógica y experiencia.
El
concepto naturaleza
significó, en estos primeros filósofos, el principio constitutivo de todas las
cosas o de cada especie de cosas, para pasar a significar posteriormente la totalidad de lo real, lo contrapuesto a
la cultura, la historia y el artificio. Concebido en este primer sentido, la
pregunta por el origen de la naturaleza, se resuelve en la búsqueda de cuál es
el principio o elemento material del que han surgido todas las cosas, que
permanece a pesar de todos los cambios y que viene a constituir la esencia de lo que hay.
Todos
los presocráticos concibieron el primer principio de la naturaleza como
material y eterno, de manera que la idea de un dios creador del universo, a
partir de la nada originaria, es ajena al mundo griego.
Teniendo
en cuenta su procedencia, los filósofos presocráticos se pueden clasificar del
modo siguiente:
I) Los filósofos de Jonia
Entre
todos los presocráticos, los filósofos jónicos representan la tradición más
científica, hasta el punto que son denominados
físicos, en cuanto que elaboran una cosmología de corte científico-filosófico,
con elementos tomados de la ciencia egipcia y mesopotámica, bastante alejada de
los planteamientos míticos de su época. Todos estos filósofos de la Jonia son monistas,
en cuanto que consideran que en el origen del universo está un solo elemento
material y eterno, a partir del cual han surgido todas las cosas. Este elemento
es el agua para Tales de Mileto, el primero de los filósofos conocidos. Para
Anaxímenes es el aire; para Heráclito es el fuego y para Anaximandro es una sustancia indeterminada, aunque material, que
no coincide con ninguno de los elementos conocidos, a la que llama apeiron, que en castellano
traducimos como lo indeterminado.
De
entre los filósofos jónicos destaca, sobre todo, Heráclito. Y no es su doctrina
acerca del primer principio lo más destacado de este autor, sino su pensamiento
acerca del papel que la contradicción
y el logos tienen en la explicación del proceder o el actuar cósmico.
Es por esta doctrina que Heráclito es considerado el padre de la dialéctica.
En
efecto, de sus aforismos puede deducirse que Heráclito partió de la experiencia
del cambio, del devenir. "No es posible bañarse dos veces en el
mismo río, porque nuevas aguas corren siempre sobre ti", dice el autor en
uno de sus más conocidos aforismos. Ahora bien, si lo real es dinámico,
cambiante, ¿cómo podemos conocer su estructura?
Para comprender lo real hace falta entenderlo como una estructura contradictoria, pues el dinamismo de lo real es engendrado por el conflicto, la lucha y la discordia. "La guerra es el padre de todas las cosas", dice también Heráclito. Esto no supone que el universo sea caótico, pues precisamente el resultado de esta tensión cósmica es la armonía. Y esto ocurre porque el Logos rige al universo, o lo que es lo mismo una Razón universal y única gobierna a todas las cosas. Ella es la causa de la armonía, pues para este autor "la armonía consiste en tensiones opuestas, similares a las del arco la lira". Y de esta Razón universal participa también el hombre, parte de la naturaleza y sujeto por tanto a la misma legalidad natural.
Para comprender lo real hace falta entenderlo como una estructura contradictoria, pues el dinamismo de lo real es engendrado por el conflicto, la lucha y la discordia. "La guerra es el padre de todas las cosas", dice también Heráclito. Esto no supone que el universo sea caótico, pues precisamente el resultado de esta tensión cósmica es la armonía. Y esto ocurre porque el Logos rige al universo, o lo que es lo mismo una Razón universal y única gobierna a todas las cosas. Ella es la causa de la armonía, pues para este autor "la armonía consiste en tensiones opuestas, similares a las del arco la lira". Y de esta Razón universal participa también el hombre, parte de la naturaleza y sujeto por tanto a la misma legalidad natural.
II) Los filósofos de Italia meridional
Representan
la tradición religiosa y metafísica (término aún por inventar) y que, al
menos en este contexto, significa el saber abstracto y universal que busca
explicaciones sobre lo real, acudiendo a
causas que transcienden la experiencia ordinaria. Dentro de este grupo puede
incluirse a los pitagóricos, que eran dualistas
y a Parménides, que es considerado junto con Heráclito el más destacado de los
presocráticos.
Los
pitagóricos elaboraron una cosmología interesante, que parte de la hipótesis de
una identidad entre la realidad física y las matemáticas. En base a dicha
suposición hipotética, consideraron que existe un paralelismo entre los
principios que gobiernan las operaciones
matemáticas y los que rigen la realidad. De ahí que ellos creyeran que si
conociésemos estos principios de lo numérico, conoceríamos también la lógica
que gobierna el universo.
En este búsqueda de los principios de lo numérico los pitagóricos entendieron que todos los número pueden se clasificados o como pertenecientes a la clase de los pares o como pertenecientes a la clase de los impares. A esta primera oposición dual, que sirve para entender los principios básicos de lo numérico, añadieron ellos otras oposiciones que determinan y completan a la primera. Así lo limitado -ilimitado, lo masculino-femenino, lo luminoso-oscuro, lo lleno-lo vacío etc. Estos principios de lo numérico aplicados a las cosas, nos permiten entenderlas en su estructura dual, pues al reducir cada cosa a un número, podemos conocer los principios duales que la componen.
En este búsqueda de los principios de lo numérico los pitagóricos entendieron que todos los número pueden se clasificados o como pertenecientes a la clase de los pares o como pertenecientes a la clase de los impares. A esta primera oposición dual, que sirve para entender los principios básicos de lo numérico, añadieron ellos otras oposiciones que determinan y completan a la primera. Así lo limitado -ilimitado, lo masculino-femenino, lo luminoso-oscuro, lo lleno-lo vacío etc. Estos principios de lo numérico aplicados a las cosas, nos permiten entenderlas en su estructura dual, pues al reducir cada cosa a un número, podemos conocer los principios duales que la componen.
El
interés central que tiene esta doctrina dualista reside en haber presentado una
imagen del universo más formalizada que la de los primeros filósofos, atenta a
captar más que el principio material de que todo está compuesto, la lógica o
estructura que lo configura la realidad.
Con
Parménides y la escuela eleática, la filosofía inicia un nuevo camino, el
camino de la ontología, la
reflexión sobre el ser en general, uno de cuyos planos o dimensiones es el ser
físico, la naturaleza.
Y así
como Heráclito, a la luz de la razón, había llegado a la conclusión de que lo
real es un dinamismo conflictual y pese a ello armónico, Parménides, a la luz
de esta misma razón, considera que el cambio y el devenir son un mero engaño de
los sentidos.
Para
llegar a esta conclusión, Parménides parte de una utilización radical de la
lógica y en concreto del principio de identidad. Así, dirá Parménides, la razón
nos muestra que el ser es y que el no ser no es, o lo que es lo mismo, que cada
cosa es igual a sí misma, que A = A. Nos
dice también la razón que sólo lo que es puede ser pensado, el pensamiento no
puede pensar el no ser, la nada (principio que había usado los pitagóricos para
entender junto con lo lleno la estructura de lo real).
Aplicando
estos principios racionales a la comprensión de la naturaleza, resultaría que
habría que decir:
1º La realidad, el ser es inmóvil. Aceptar el cambio
en la naturaleza supone considerar que algo que es no es, que algo que no es. Y
esto, la razón se niega a aceptarlo, por ser contradictorio con la lógica de la
identidad, que siempre afirma que el ser
es y el no ser no es, que es imposible que algo sea y no sea.
2º El ser es uno, no existe la multiplicidad de
seres, que nos muestran los sentidos. El ser es "uno", porque si
hubiera otra cosa sería el no ser y ya sabemos que el no ser no es.
3º El ser es inengendrado e imperecedero, porque en
caso contrario habría que suponer que procede del no-ser y vuelve a él, pero el
no-ser es impensable e inexistente.
El
resultado de esta especulación racional, montada sólo sobre la razón lógica y
negadora del papel de la información sensible, es una imagen del universo como
una realidad material, eterna, inmóvil, finita, en la que no hay lugar para la
pluralidad y el cambio. En ella se apoyó Platón para construir su particular
visión, no de la naturaleza, sino del mundo de las ideas, que luego veremos.
III) Los últimos presocráticos
La
doctrina de Parménides había mostrado la dificultad de considerar que de lo uno
pueda surgir la pluralidad, señalando las insuficiencias del monismo. Al mismo tiempo, había hecho ver la
imposibilidad de que la razón opere con el vacío o el no ser, concepto que está
a la base de las doctrinas pitagóricas. Por eso, los filósofos pluralistas superaron estas
dificultades, considerando que en el origen de todas las cosas no está lo uno,
sino lo plural, a saber, una pluralidad de elementos materiales, a partir de la
cual se han formado los diferentes seres físicos. El cambio no supone una
transición del ser al no ser, sino una mera combinación del ser, de los
elementos que ya existían en el origen.
Dentro
de estos filósofos pluralistas, que ya vivieron en el siglo V antes de Cristo,
destaca Empédocles de Agrigento, Anaxágoras y Demócrito.
Empédocles
elabora una visión de la naturaleza que tiene en cuenta el cambio y la
pluralidad. Así, en el origen del universo están los cuatro elementos o raíces
de todas las cosas: aire, fuego, agua y tierra. Cada uno de ellos es eterno e
imperecedero (según había dicho Parménides del ser), pero mezclado con todos
los demás da lugar a los diferentes seres físicos. Existen cambios y
alteraciones en el mundo, que vienen producidas por las diferentes combinaciones
que tienen lugar entre los elementos. Estas combinaciones y mezclas están
dirigidas por dos fuerzas que las gobiernan y a las que Empédocles llama Amor
y Odio.
Estas dos fuerzas explican también que el acontecer natural se desarrolle cíclicamente, pues hay momentos en que domina en el universo la fuerza cósmica del Amor y todo es entonces unidad, inmovilidad y armonía. Hay momentos en que domina el Odio y surge la discordia, la heterogeneidad y la separación. De la acción conjunta de estos dos principios ha surgido la pluralidad de las cosas realmente existentes. Los cambios no son causados desde el interior del ser, sino por estas dos fuerzas exteriores a los elementos mismos.
Estas dos fuerzas explican también que el acontecer natural se desarrolle cíclicamente, pues hay momentos en que domina en el universo la fuerza cósmica del Amor y todo es entonces unidad, inmovilidad y armonía. Hay momentos en que domina el Odio y surge la discordia, la heterogeneidad y la separación. De la acción conjunta de estos dos principios ha surgido la pluralidad de las cosas realmente existentes. Los cambios no son causados desde el interior del ser, sino por estas dos fuerzas exteriores a los elementos mismos.
Anaxágoras,
el segundo de los pluralistas, acude al mismo esquema explicativo, en cuanto
que considera que en el origen de la naturaleza están las homeomerías,
partículas cualitativamente distintas entre sí, existentes en un número
indefinido que han dado origen a todo lo existente. Las combinaciones entre
estas partículas se producen a partir de la actuación de una fuerza exterior,
que Anaxágoras llama el Nous
(Espíritu o Inteligencia). El Nous es
algo separado de la masa de semillas, conoce todo y tiene el máximo poder.
Todas estas características podrían hacernos pensar que el Nous constituye una realidad espiritual, que actúa
finalisticamente, poniendo en marcha la máquina del universo. Aristóteles
despeja esta duda, al considerar que Anaxágoras no habría sido capaz de idear
una explicación teleológica de la naturaleza, pues el propio Nous es un
principio material también como el resto de las homeomerías, aunque su materia
sea sutil, que actúa mecánicamente sobre las semillas, sin que dirija el
proceso de acuerdo con fines.
Demócrito
de Abdera, el fundador de la escuela atomista, es el tercero de los
grandes pluralistas, siendo considerado en el mundo antiguo el creador de una
interpretación mecanicista de la naturaleza.
Al
igual que Empedócles, Demócrito quiere elaborar una imagen del universo, que
salve el mundo de las apariencias, que nos dicen que existe la pluralidad y el
cambio, y al mismo tiempo que sea una imagen lógica y racional que se ajuste a
las exigencias del logos, como quería hacer Parménides.
Para
ello, Demócrito considera que lo real se compone de un número infinito de
sustancias materiales, que son cualitativamente iguales entre si (a diferencia
de las semillas de Anaxágoras), pero difieren en su tamaño, forma, posición, en
resumidas cuentas, en sus caracteres cuantitativos. Son los átomos,
realidades indivisibles de las que se compone todas las cosas . Los átomos
poseen movimiento propio y espontáneo en
todas direcciones. El choque entre los átomos puede tener dos consecuencias
diversas: o bien los átomos rebotan y se separan, o bien se enganchan entre sí, dando lugar
a mundos diversos, engendrados y
perecederos. Los átomos explican la multiplicidad de los seres físicos, así
como la generación y la corrupción.
Pero para dar cuenta total del cambio, los atomistas acuden a un segundo principio que es el vacío, o el no ser, en cuanto que si no existiera el vacío no sería posible explicar los choques y desplazamientos entre los átomos. Ahora bien, hay que dejar bien claro que estos choques obedecen al puro azar, pues en el universo, según los atomistas, no hay fines , ni inteligencia alguna que ordene los procesos cósmicos. Materia, vacío y movimiento son los tres elementos que se utilizan en esta concepción mecanicista de la naturaleza.
Pero para dar cuenta total del cambio, los atomistas acuden a un segundo principio que es el vacío, o el no ser, en cuanto que si no existiera el vacío no sería posible explicar los choques y desplazamientos entre los átomos. Ahora bien, hay que dejar bien claro que estos choques obedecen al puro azar, pues en el universo, según los atomistas, no hay fines , ni inteligencia alguna que ordene los procesos cósmicos. Materia, vacío y movimiento son los tres elementos que se utilizan en esta concepción mecanicista de la naturaleza.
Todas
las explicaciones acerca de la naturaleza que hemos estudiado se caracterizan
por el empeño de ser explicaciones que buscan el Logos, la racionalidad, que está detrás del acontecer natural.
Algunas de ellas, como hemos visto, han tenido que negar la existencia en la
naturaleza del cambio, del movimiento, por considerar que así lo requiere el
logos, la razón. Otras han buscado respetar el mundo de las apariencias,
señalando cómo desde la razón es justificable el cambio. Y desde una visión lógica de la naturaleza,
algunas de estas concepciones han pensado que el universo actúa por meras
causas mecánicas, mientras que otras
han creído entrever la presencia de una finalidad
que todo lo dirige.
Esta
preocupación por encontrar la lógica del mundo no es patrimonio de los
pensadores presocráticos. También los autores que vienen a continuación
seguirán interrogándose por la naturaleza. Lo que varia es el énfasis que se le
dará a esta preocupación, pues a
diferencia del período estudiado, llamado también período cosmológico, precisamente
por esta preocupación central por el Cosmos, el período que viene a
continuación va poner el énfasis en la preocupación por el hombre y la
sociedad.
Entramos así en el período antropológico, con nuevos temas y problemas para la filosofía. Las causas de estas nuevas preocupaciones están también en los cambios que se producen en Grecia, concretamente en Atenas, en el siglo V antes de Cristo.
Entramos así en el período antropológico, con nuevos temas y problemas para la filosofía. Las causas de estas nuevas preocupaciones están también en los cambios que se producen en Grecia, concretamente en Atenas, en el siglo V antes de Cristo.
Fuente:
www.juntadeandalucia.es
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