La mentalidad del Oriente se caracteriza por la
imposibilidad, notable de lo humano, de superar tanto el dualismo cognoscitivo
y lingüístico entre el ser (sujeto, animal, cosa, lenguaje u objeto) y el
pensamiento, como el dualismo moral, entre el ser y deber-ser.
Por otro lado, anteponen la estima
personal y valoración del Yo de la conciencia individual, como el fundamento
más elevado, de todo lo positivo que goza el hombre. Incluyendo su libertad,
razón, valores, ideales y ciencia.
Para un occidental, la identidad del Yo,
en un mundo que habla de sabidurías orientales, solo hace referencia, en el
mejor de los casos, a una escasa visión de la realidad.
Poco más que metáfora entendida,
como un simple espectáculo que se puede y debe mirar sin perder en ningún
momento la consciencia de que, incluso como espectador, se convierte en otro
respecto a esa visión.
Desde el momento en el que el Yo queda anulado, perdido, sumergido o
sobrepasado en la realidad de lo que se siente u observa, el occidental puede asegurar que se trata
de un trance, sugestión, ebriedad o, en un término que lo engloba todo, locura
absoluta.
En caso contrario, el Yo permanece estático, convencido de que
lo que experimenta no es más que una ilusión y de que él mismo no es eso.
Diferencias
entre el pensamiento oriental y occidental
El oriental, en este caso, acepta y valora como positivo, hasta cierto
punto, el hecho de que un individuo pueda ser separado, por un abismo
insalvable de la totalidad del mundo.
Lo consideran, además, la razón del
impulso de conocimiento y voluntad moral, puesto que nunca se llega de manera segura,
ni a un conocimiento definitivo de la realidad absoluta ni a la realización
moral de la perfección imperiosa.
En teoría, para un occidental es imposible, y mucho menos
deseable, imaginar algún estado espiritual consciente, que no esté referido a
un sujeto, a un Yo, personal.
Una vez que el Yo queda anulado, lo que se obtiene no es más que una caída en el
inconsciente. Y, por tanto, una caída en algún tipo o modo de locura.
Para un oriental, en cambio, es definitivo que sí es posible una
consciencia y mente sin el Yo.
La consciencia puede ser capaz, a
través de ciertos métodos, de transcender el estado del Yo logrando que se desvanezca para alcanzar un nivel de
conocimiento superior.
¿Cómo
distingue la conciencia un oriental de un occidental?
Al contrario de un occidental, que piensa que la conciencia es la diferencia entre el
sujeto y ese algo que el sujeto reconoce; el oriental determina que no es posible una conciencia pura, como
superación de la conciencia personal individual, sin que esto signifique caer en
lo inconsciente.
El occidental no comprende cómo puede ser el logro o la conquista del
más alto entendimiento de sí, y del estado más elevado de la realización de lo
que uno propia y metafísicamente, puesto que le es extraña la idea de una conciencia pura, en la que ya no hay ningún Yo como sujeto frente a un Tú
o un Ellos como objetos, sino un Es, un ser que se autoilumina y
representa el pensamiento, espíritu, Tao,
Kundalini o Barhman-Atman.
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